Colombia y OPS prevén fortalecer la vigilancia de los hantavirus y arenavirus del nuevo mundo en las Américas
Los hantavirus, aunque normalmente se transmiten entre roedores, pueden propagarse e infectar a los humanos
Este taller representa un paso significativo en la lucha contra las enfermedades emergentes y reemergentes.
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Redacción. Bogotá
El Instituto Nacional de Salud (INS) ha dado a conocer sobre el desarrollo del taller regional, por parte de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), para el fortalecimiento de la vigilancia de enfermedades emergentes y reemergentes, los cuales representan un significativo desafío para la
seguridad sanitaria a nivel regional y global.
De ese modo, el plan estratégico de la OPS ha subrayado su compromiso de
respaldar a los estados miembros en el fortalecimiento de sus sistemas de vigilancia y respuesta ante epidemias, incluyendo la dimensión de laboratorio.
Los hantavirus, habitualmente transmitidos entre roedores,
pueden propagarse y afectar a los seres humanos. Estos virus infectan diversas especies de roedores en todo el mundo, dando lugar a una infección crónica, asintomática y no letal, con diseminación viral en múltiples órganos.
La manifestación clínica en humanos incluye la fiebre hemorrágica con síndrome renal (FHSR) en la región de Euroasia (Viejo Mundo) y el síndrome pulmonar por hantavirus (SPH) en las Américas (Nuevo Mundo). S
e han documentado brotes en la población humana en la región de las Américas desde 1993 en adelante.
Cabe mencionar que, el SPH es una enfermedad aguda, inespecífica y altamente letal, caracterizada por una fase prodrómica breve (promedio de 4 a 6 días) con síntomas como fiebre, mialgias, cefalea, astenia, escalofríos, náuseas, dolor abdominal, vómitos y diarrea. Durante esta fase inicial,
los síntomas son similares a los de otras enfermedades infecciosas, como la influenza, lo que hace que el diagnóstico requiera pruebas de laboratorio y la observación de signos específicos.
La fase cardiopulmonar se caracteriza por la aparición súbita de tos, disnea, taquicardia, hipoxemia, taquipnea y, en última instancia, insuficiencia respiratoria e inestabilidad hemodinámica, con una mortalidad que oscila entre el 40 y el 50 por ciento.
Además, las incursiones humanas en áreas selváticas previamente no alteradas pueden aumentar los contactos con reservorios de roedores. En América del Sur, aunque no se han realizado investigaciones exhaustivas sobre la relación entre el cambio climático y los brotes de hantavirus, es
probable que los cambios en los climas y ecosistemas aumenten las posibilidades de transmisión entre roedores y humanos, ya que los cambios estacionales en el clima y el cambio climático a gran escala, incluyendo fenómenos como El Niño, afectan la dinámica de las poblaciones de roedores.
En cuanto a la fiebre hemorrágica causada por arenavirus, se han reportado casos y brotes en las Américas, como el virus Junín en Argentina, los virus Machupo y Chapare en Bolivia, el virus Sabiá en Brasil y el virus Guanarito en Venezuela. Estos virus causan infección crónica asintomática en diversas especies de roedores en todo el mundo.
La transmisión a humanos ocurre cuando estos entran en contacto con materiales contaminados por las excretas de dichos animales, lo que puede resultar en enfermedades graves, como las fiebres hemorrágicas.
Es importante destacar que, los arenavirus se dividen en dos grupos principales: los del Viejo Mundo y los del Nuevo Mundo. Entre los del Viejo Mundo, se encuentra el virus de coriomeningitis linfocítica, que raramente provoca enfermedad fatal. Sin embargo, también en este grupo se encuentra el virus Lassa, causante de fiebre hemorrágica en algunas regiones de África. Por otro lado,
los virus patógenos para los humanos en América han estado asociados con fiebres hemorrágicas.
El dato
La
fiebre hemorrágica por arenavirus ha afectado principalmente a la población rural, especialmente a los agricultores debido a su mayor riesgo de exposición. Los síntomas iniciales son inespecíficos e incluyen fiebre, malestar general, cefalea, artralgias, mialgias, vómitos y diarrea.
A medida que la enfermedad progresa, pueden aparecer petequias, equimosis, leucopenia, trombocitopenia, epistaxis, dolor abdominal y, en casos graves, hemorragias por diferentes sitios y órganos,
dificultad respiratoria y cardiovascular, con una tasa de mortalidad significativa.